martes, 14 de septiembre de 2010
Aquella noche los bombones tenían gusto a moka y un dejo raramente salado (en lo más lejano del sabor),
como si al final del gusto se escondiera una lágrima
; era idiota pensar en eso, en el resto de las lágrimas caídas la noche de Rolo en el zaguán.
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